No cualquier lugar del mundo tiene una historia tan romántica como las Islas Fiji, su bello canibalismo, sus ríos llenos de sangre, sus banderas de piel natural… Sus playas paradisíacas.
Cuenta un misionero británico, que a mediados de 1839 fue enviado a combatir el canibalismo, sobre su experiencia en estás islas… la historia que narra, y que fue encontrada en los archivos de una Iglesia Presbiteriana, describen las costumbres de los pueblos fijianos, como las más atroces conocidas.
Este documento habla sobre niños caníbales, asesinatos comunitarios de niños, torturas… como quién dice a Fiji no le gustaban tanto los niños. Redacta así en su bitácora:
Jueves 31 de octubre del 1839.
“Esta mañana hemos sido testigos de un espectáculo impactante. Veinte cadáveres de hombres, mujeres y niños fueron llevados al río Rewa como un regalo de Tanoa. Asimismo, se los distribuyeron entre la gente que los cocinan y los comen. Fueron arrastrados por el agua hasta la playa. Los niños se divirtieron como un deporte con la mutilación del cuerpo de una niña. Una multitud de hombres y mujeres maltrataron el cuerpo de un anciano de cabello gris y el de una joven. Entrañas humanas fueron flotando en el río frente a las instalaciones de la misión”
“Alrededor de 30 niños con vida fueron izados hasta las cabeceras como banderas de triunfo. El movimiento de las canoas pronto acabo con los gritos de esas criaturas indefensas, que murieron lentamente…”
“También hay niños que fueron llevado con vida a un lugar, donde otros niños los usaron como practica de las técnicas de guerra tirándoles flechas, y pegándolos con palos y piedras, sus gritos fueron peor que los maullidos de lobos y las hienas”
Te preguntarás… y ¿porqué no atacaron a los misioneros? Pues porqué desde finales de 1700, los fijianos ya mantenías relaciones comerciales con los europeos, y a ellos los respetaban, aunque sus rituales culturales siguieron siendo los mismos hasta unos años después que fue prohibido a todas las tribus. El último caso de canibalismo en está isla data de 1867 cuando un grupo de caníbales mató al misionero inglés Thomas Baker, se lo comió, esto después de lo que se consideró un desaire contra el entonces jefe del pueblo, hirviendo incluso sus botas de cuero con las verduras locales, en un acto que según los habitantes provocó la maldición.