Es lo que tiene el papel: que no se puede comenzar un reportaje con un documento sonoro. Si fuese posible, que no quede duda de que antes de arrancar este texto se escucharía la cadencia angustiosa de la banda sonora que John Williams compuso para Spielberg y su Tiburón. Porque en Galiciahabelos hainos y ahora hainos más que nunca, por lo que dicen los surfistas gallegos y como corroboran los múltiples avistamientos de bañistas en distintos puntos del litoral. Hay tantos, que llegan hasta las mismas puertas del Palexco, en el interior de la dársena de A Coruña, donde hace dos semanas un grupo de jóvenes pescaron con caña una cría de tiburón azul.
En un principio, los biólogos del Oceanográfico de A Coruña abrazaron la hipótesis de que se tratase de un descarte realizado por algún barco pesquero. Pero eso fue antes de saber que la plaga es tal que hasta se ven desde el aire. Y no es una forma de hablar, porque los primeros en dar cuenta de que las aguas gallegas estaban infestadas de tiburones fueron los aficionados al kitesurf que matan el gusanillo entre las olas de Doniños, Esmelle, Cobas y otros arenales de Ferrol. Ramón Rodilla, que surfea desde hace más de dos décadas -fue presidente de la selección nacional de surf-, asegura que «jamás» ha visto una situación «como la de ahora», al tiempo que desgrana casos de avistamientos ya no solo en el área de Ferrol, sino en Sabón, Barrañán, Ares... «La cosa se pone interesante», admite Jaime Mejuto, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), que desechó la primera hipótesis -que se tratase de un descarte- al conocer el rosario de encuentros con tiburones que ha habido por buena parte de Galicia. Y si en el mayor número de casos los protagonistas se cruzaron con crías, Rodilla glosa el topetazo de una surfista que avistó en Esmelle uno de metro y medio. Ni que decir tiene que salió del mar antes que su tabla.
Capturas
Que en Galicia hay tiburones no es ninguna novedad. Es más, el azul, que lleva el papel principal en esta película, es un habitual del Atlántico norte. De hecho, ha sido, según Mejuto, captura frecuente de la flota artesanal, como los palangreros de Ribeira, Vigo o Arousa, pero la pescaban a varias millas de la costa, «por fuera de las islas Cíes, en Fisterra...».
Lo que ya no es tan frecuente es que el Prionace glauca, como se conoce científicamente el tiburón azul, también apelado quenlla o tintorera, llegue a las playas. Y aún menos que se adentre en una dársena deportiva. Como tampoco hay registros de la observación de unos 60 o 70 ejemplares, como advirtieron los kitesurfistas de Doniños o pescadores aficionados que vieron desfilar un nutrido banco por debajo de su lancha del que luego consiguieron obtener un ejemplar.
Para el Aquarium
Alfredo Veiga, técnico del Aquarium Finisterrae, admite que no es habitual que el Prionace glauca se acerque tanto a la costa como para pescarse al pie del muelle de trasatlánticos de A Coruña, pero sostiene que la presencia de quenllas en Galicia es algo normal. Y más en verano, «cando veñen parir as nais, e vense incluso a ollo». Veiga achaca la superpoblación de este año y esa mayor proximidad a la abundancia de chincho, alimento tras el que aparecen tanto la inconfundible aleta dorsal de los tiburones como la particular aleta caudal que da perfil a la quenlla. Esa copiosidad de jurelitos y el hecho de que la tintorera ha dejado de ser especie objetivo de los pescadores por su escaso interés comercial hacen «que o mar estea petado» de tiburones.
Tanto que el personal del acuario espera poder contar con uno de ellos en su exposición, aunque no se trata de una especie que se adapte bien a la cautividad. En una de las últimas salidas que hicieron los biólogos para capturar especies con las que llenar los tanques capturaron tres tiburones, que pusieron en cuarentena con 600 jureles, 130 sardinas, siete bogas... Uno de ellos murió esta semana. Los otros seguían vivos el viernes.
Peores las fanecas bravas
De todos modos, la cosa aún no es como para hacer paralelismos entre Cobas y Recife, capital de los ataques de tiburón a humanos. Y los surfistas son conscientes de que el azul no es peligroso... a no ser que a su lado estén lanzando carnada.
Pero, bueno, según el Archivo Internacional de Ataques de Tiburón, en los EE.?UU. el riesgo de que te parta un rayo es 30 veces más alto que el de ser atacado por un escualo. Y más cuidados médicos se dedican a curar cortaduras con conchas marinas que mordidas de tiburón. Y en Galicia siguen teniendo muchas más muescas las fanecas bravas.