Estanco do Pejo. |
“Agora sábenas todas”, comentaban dos mujeres cuntienses el domingo pasado a la salida de misa. Se referían a los ladrones. “Viñeron o outro día nun coche da funeraria dicindo que traían flores para un morto. O que querían era roubar”, continuaban conversando. ¿De qué hablaban? Del intento de atraco sufrido el jueves en la taberna de Meira, Casa Ferrín, que también funciona como estanco.
El delincuente que al día siguiente (el viernes, 10 de octubre) puso en jaque a las fuerzas de seguridad de Pontevedra en una huida desenfrenada, había hecho antes una parada en Cuntis, en medio de una espiral de cinco robos en apenas 48 horas. Ahora está en la cárcel, pero en Meira todavía están atemorizados. Sobre todo porque el compinche con el que actuó todavía anda suelto. Sus víctimas rehusan dar la cara y sus nombres, por lo que pueda pasar.
M.C. se dirigía a la taberna. “Cando cheguei había unha furgoneta enriba da beirarrúa”. Era de una funeraria (la habían robado antes en Marín) y con ella, dos invidiuos. “¿Me puede decir dónde es la capilla?. Traemos un ramo para una difunta”, le dijeron. Aunque hay un pequeño templo a escasos metros, acabaron concluyendo que se referían al Santuario de los Milagros, en Amil. “¿Nos puede acompañar?”, le preguntaron a M.C. Su respuesta fue rotunda: “Nin a andar vou”, sospechando ya que algo raro ocurría. Porque uno de los delincuentes había estado antes en la taberna “tanteando”. “Entrou a comprar un mechero. Despois marchou cara abaixo, onde tiñan a furgoneta agochada”, confirma la regenta del establecimiento. “Se non chego eu nese momento, devalíxanlle todo, porque xa tiñan a furgoneta preparada, coa porta aberta” y uno de los individuos al volante listo para huir, explica M.C.
Pero lo que había de quedarse en poco más que una anécdota derivó en una agresión violenta de la que fue víctima J.A.G.I., un vecino de la zona. Fue a comprar tabaco en su bicicleta. “Hai morto”, pensó al ver el vehículo funerario. Pero, de repente, uno de los delincuentes lo abordó por detrás y le propinó un puñetazo en la nariz que lo tumbó en el suelo. Quiso agredirlo también con un destornillador que J.A.G.I. logró arrebatarle en un forcejeo. Desarmado, el ladrón huyó junto a su compinche. Pero este cuntiense tiene aún el susto en el cuerpo. “Como non ía pasar medo...”, recuerda. “Quixéronme matar”, le dijo a su familia al llegar a casa.