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lunes, 14 de octubre de 2013

La autovía del Cantábrico entra en su recta final tras 10 años de obras en Galicia.

La autovía del Cantábrico entra en su recta final tras 10 años de obras en Galicia

La intensidad en los tajos de los tres tramos que faltan permite acabar el trayecto hasta el centro de Asturias antes de Navidad.

Al menos dos generaciones guardan en su memoria colectiva aquella carretera sinuosa y estrecha entre Asturias y Galicia. Las curvas de radios imposibles de la Concha de Artedo; la sacrificada subida a la Terra Chá tras camiones cuando aún no había carril para tráfico lento cerca de Mondoñedo; las paradas en casa Consuelo, pues el viaje duraba más de seis horas y había que repostar; la vuelta que había que dar por Vegadeo cuando aún no existía el puente de los Santos; las interminables colas en Navia o Luarca; la sensación de que las obras siempre estuvieron ahí, primero para mejorar la carretera, después para ir abriendo tramos de autovía que siempre sabían a poco.
Todos los Gobiernos consideraron prioritaria esta vía de alta capacidad que desafiaba la concepción radial del Estado, pero pocos se atrevieron a invertir el dinero que se precisaba en una infraestructura a todas luces cara. Los 25 kilómetros de los tres tramos que, ahora sí, completarán el recorrido entre Baamonde (Lugo) y el centro de Asturias antes de las Navidades, superan los ocho millones de euros por kilómetro. La orografía de valles perpendiculares a la costa durante buena parte del recorrido ha obligado a construir decenas de viaductos, algunos un verdadero examen de vértigo para los conductores, como el de la Concha de Artedo, en Asturias, con 106 metros.
En los dos tramos que restan en territorio gallego las obras recuperaron intensidad en los últimos meses, en una zona que sufrió largos parones debido a las dificultades constructivas. En Mondoñedo-Lindín se ha alcanzado un grado de ejecución del 92 % y se trabaja en una obra complementaria de unos 7,63 millones. En Lindín-Careira la ejecución es mayor (95 %) y se trabaja principalmente en la protección de taludes. Ambos tramos se pondrán en servicio a la vez y pondrán fin a la A-8 en Galicia tras 10 años de obras.
En la sección occidental asturiana tan solo queda pendiente el tramo Otur-Villapedre, donde este año se incrementó la dotación presupuestaria -con una anualidad de 30 millones- para poder terminarlo antes de fin de año. Las obras se centraron últimamente en el viaducto de El Bao, donde hace tres años se derrumbó la carretera nacional por unas inundaciones y hubo que desviar el tráfico por la antigua carretera de los años setenta.
En la zona oriental asturiana, cerca de Llanes, queda el trazado entre Pendueles y Unquera, que se terminará a finales del 2014. Los dos tramos cántabros que quedan se acabarán en el 2015, aunque en esta zona la autovía tiene continuidad a través de la S-10 y la A-67.
Variante de Navia. Su apertura al tráfico fue crucial para evitar los atascos en la localidad asturiana, frecuentes en verano.