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lunes, 23 de junio de 2014

APOTEÓSICO REGRESO DE LOS HEREDEIROS.

El espectáculo de Aguiño incluyó sulfatadora, lanzamiento de maíz y «streaptease».


Tras bautizar y confirmar a los fans, se ofició una boda.
Desde su regreso a los escenarios, hace un par de años, Barbanza pedía a gritos un concierto de Heredeiros da Crus y os máis jrandes se morían de ganas por tocar en su tierra, la que los vio nacer y los empujó a lo más alto. Por eso, todo hacía pensar que el concierto de Aguiño haría historia. Y así fue. Durante las casi dos horas y media de actuación, Javi Maneiro, Tonhito de Poi, Fran Velo y Tuchiño lo dieron todo sobre el escenario y el público respondió con entrega.
Las dos mil personas concentradas en el puerto aguiñense aplaudieron cada canción entonada por Javi Maneiro. 
La banda echó mano de clásicos como Churras, churras, con lanzamiento de maíz incluido; Eu quero josar; Non quero nada de ti; A chaqueta de lá o Barra americana para invitar a sus seguidores a cantar. Si potente era el sonido, apoyado por un impresionante equipo de luces, cañones de confeti y hasta explosiones; el espectáculo que los Herdeiros ofrecieron en el puerto aguiñense no se merece otro calificativo que no sea el de brutal.

Tonhito, sulfatadora en mano, empapó al público con calimocho.
Como si el tiempo nunca hubiera pasado, los artistas echaron mano de la mítica sulfatadora para rociar a los más jóvenes con calimocho y darlos por bautizados. Siguieron con la confirmación de los veteranos y concluyeron casando a una pareja. También hubo streaptease, aunque no integral, del de Poio, que en los primeros temas lució una gran cornamenta que un fan le regaló justo antes del concierto. Además, Javi Maneiro aprovechó para cumplir con el legado do Tibu y, subido a una balsa hinchable, navegó sobre el público mientras era empapado con agua.
Fue una noche inolvidable que los Heredeiros quieren repetir en Ribeira, en aquella Dorna que fue testigo de sus comienzos.